Una foto aleatoria

Una foto aleatoria


(Foto de )

Una frase aleatoria

(Cita de )

viernes, 24 de julio de 2009

ENERGÍAS ALTERNATIVAS


Desde hace algunos meses, la factura de la luz trae un gráfico de sectores que informa del origen de la electricidad que consumimos. El 20,7% procede de fuentes renovables (solar, eólica, etc.), el 19,3% de centrales nucleares y el 60% restante, de fuentes de energía que emiten dióxido de carbono (cogeneración, gas natural, carbón, etc.). En estos porcentajes se incluyen únicamente las fuentes de energía que finalmente se utilizan para obtener la electricidad que se emplea en industrias, hogares y determinados medios de transporte (trenes de motor eléctrico, por ejemplo), quedando aparte el uso que hacemos del petróleo para el resto de medios de transporte. El transporte se fundamenta en la producción de, aproximadamente, 83 millones de barriles de petróleo diarios, si bien los gobiernos parece que tomarán medidas para fomentar la fabricación, compra y utilización de coches eléctricos. La energía necesaria para cargar las baterías de los coches procederá, como la que utilizamos para recargar la del teléfono móvil, de la que llega a nuestros enchufes desde la red eléctrica y que procede, entonces, de las mismas fuentes que aparecen en nuestra factura y que acabo de enumerar.

Esto significa que también nuestros vehículos eléctricos contaminarán y producirán dióxido de carbono y colaborarán en el efecto invernadero, si bien concentrarán su contaminación en lugares apartados (centrales de producción de energía), en lugar de ir esparciéndola durante su recorrido. ¿Cuánto contaminará un coche eléctrico? ¿Es medioambientalmente rentable construirlos y ponerlos a la venta en las circunstancias actuales? Veamos.

La energía que produce un litro de gasolina equivale aproximadamente a 9 kilowatios-hora de electricidad. La misma factura de la luz nos informa de que la producción de 1 kilowatio-hora , con la combinación de fuentes de energía que se utiliza en España, supone la producción de 390 gramos de CO2 y de 0,42 miligramos de residuos radioactivos. Así pues, la producción de la electricidad que corresponde a los 9 kilowatios-hora equivalentes a 1 litro de gasolina supone la emisión de 9x390=3.510 gramos de CO2.

Por otro lado, la combustión de un litro de gasolina (o sea, la producción de sus 9 kilowatios-hora correspondientes) emite unos 2.500 gramos de CO2.

Si bien el rendimiento de los motores eléctricos es mayor que el de los motores de explosión (si el rendimiento de un aparato eléctrico fuese del 100%, no desprenderían calor), esta diferencia no llega a compensar las emisiones de CO2, que siguen siendo superiores en los coches eléctricos que en los de combustible fósil.

Una alternativa a los motores térmicos o puramente eléctricos pasa por la utilización del hidrógeno como combustible. El hidrógeno es el elemento más abundante en la naturaleza; sin embargo, se encuentra, en su mayor parte, unido al oxígeno en forma de agua (H2O), y para aprovecharlo como combustible es necesario separarlo del oxígeno mediante algún procedimiento electroquímico. El problema es que la energía necesaria para conseguir esa separación es mayor que la energía que luego se consigue de él, hasta el punto de que, si mis cuentas y fuentes de consulta no me han fallado, cada kilowatio-hora aprovechable de combustible hidrógeno requiere más del doble de energía para producirlo. Y, volviendo de nuevo a las fuentes de energía de nuestro país, aunque la energía que mueve a los coches de hidrógeno sea limpia y solamente produzca vapor de agua, es sucia en el momento de su producción.

En estos momentos de coyuntura económica tan desfavorable, pero con miles de millones de personas con unas necesidades energéticas ya creadas, es un momento excelente para que los gobiernos dediquen sus esfuerzos a la investigación en energías renovables, a métodos alternativos de producción y obtención de hidrógeno, y a la construcción de nuevas centrales de generación de energía limpia y no contaminante. El modelo de transporte no tiene por qué cambiar, pero será una revolución de enorme envergadura el hecho de cambiar los métodos de producción, con el impacto positivo que tendrá en la economía y en el empleo y, de paso, aunque igual o más importante, en el medioambiente.

sábado, 11 de julio de 2009

NOTAS DE UN DÍA LLUVIOSO EN UN VIAJE FUGAZ


Pienso que uno puede tener un buen nivel de inglés cuando toma un periódico británico o norteamericano y es capaz de resolver el crucigrama. Tengo entre mis manos (realmente, apoyado en mi rodilla derecha, cuya pierna tengo elevada y cruzada sobre la izquierda; en las manos tengo un cuaderno en el que manuscribo estas notas) la edición de Boston del diario gratuito Metro (cuyas versiones españolas desaparecieron hace unos meses), y apenas soy capaz de resolver alguna de las 67 definiciones que se incluyen: «1: Up, in baseball (2 words)», 5 letras (no será “lo ignoro”, aunque tiene 2 palabras, porque tiene 8 letras y además no está en inglés); «18. Tootsie actress», 4 letras, no la recuerdo; «51, Osiris’ beloved», 4 letras, ¿tal vez “Isis”? Lo remiro mientras escribo ante un ventanal de un hotel del puerto de Boston, frente al downtown, el centro ciudad, que estará a dos millas de distancia, y al que ayer accedí mediante un water-taxi que me llevó 10 dólares.

En la misma página del diario hay dos sudokus (que no intento resolver porque sus números están también en inglés) y el horóscopo: «Sagittarius: the less people involved, the more likely you will get what you want» (Sagitario: cuanta menos gente haya involucrada, más fácil será que tengas lo que quieras). Me viene a la memoria la canción de los Rolling Stones: «You can’t always get what you want» (no siempre puedes conseguir lo que quieres), que se me reproduce perfectamente en la cabeza con la voz de Mick Jagger; veo también la portada y la contraportada del CD, que ha de estar por casa, y creo adivinar, de memoria, cómo están listadas en ésta las diferentes canciones (Satisfaction, Jumpin’ Jack Flash, Under my thumb), el logotipo de la discográfica, las pequeñas letras con las advertencias del copyright.

Acabo de echarle medio sobrecillo de azúcar al segundo café. Qué poco me gusta el café estilo americano, que sirven muy poco concentrado en una taza relativamente grande, como una disolución de aguachirle, así que he pedido dos expresos para, además, combatir el jet-lag.

En la misma página de los pasatiempos, un articulista habla del suburbano de Boston y anhela tenerlo con el metro de Madrid, «muy eficiente», afirma.

En el exterior llueve intensamente, hay bruma, y las nubes ocultan gran parte de la skyline del distrito financiero. Tenía ilusión por ver con sol la fila de rascacielos, pues confeccioné hace años un puzle de 1000 piezas con parte del mismo paisaje que tengo delante y que hoy apenas distingo.

Dentro de dos días regreso, vía Ámsterdam. Al venir, por la misma ruta, el día en la ciudad holandesa estaba también cubierto. A través de las nubes, muy finas, el sol de la mañana permitía, al pasajero del avión, identificar ciertas parcelas de cultivo, pues los rayos le regresaban rebotados desde los plásticos que las cubren a modo de invernaderos. Cuando el avión estuvo más bajo que la cota de nubes y descendía ya para aterrizar en el aeropuerto de Schiphol, el viajero tuvo que cerrar la persiana de la ventanita (por qué diablos harán tan pequeñas las ventanas de los aviones, por qué las pondrán tan abajo) para no deslumbrarse con los mismos reflejos, de intensidad ahora multiplicada por la presencia de multitud de canales en estas tierras ganadas al mar, que actúan como los espejos que un niño maneja desde su terraza para dirigir el sol, molestando, a los ojos de los viandantes.

La penúltima página del diario Metro se titula «Medical research» (investigación médica), y contiene 10 anuncios de tamaño importante y a todo color en los que solicitan voluntarios para someterse a distintos tratamientos experimentales: ¿tienes sobrepeso pero no diabetes? ¿Hipertensión y azúcar en la sangre? ¿Depresión o trastorno bipolar? ¿Síntomas de esquizofrenia en el último año? ¿Cistitis? ¿Disfunción eréctil? ¿Asma? Reintegran los gastos de viaje que ocasionen y pagan hasta 2000 dólares por mostrar nuestros achaques y actuar de cobayas: «A los participantes se les puede prescribir el medicamento objeto de estudio o un placebo», aclaran.

Afuera sigue lloviendo. A ver mañana si está despejado.