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lunes, 16 de mayo de 2011

Qué bien habla este hombre

En la canción Como te digo una “co”, te digo la “o”, Joaquín Sabina reproduce la larguísima parrafada que una mujer le suelta a otra. En un momento, la primera le dice a la segunda, naturalmente en verso: «Y resulta que un día, todavía no me explico yo a santo de qué, mi cuñada Irene viene y me regala lo de Antonio Gala. Hija mía, me pongo a leer y, oye, qué poesías: si sabe de una cosas que ni una sabe que sabía. Y con ese estilo, y con esa lengua, y con esa pluma».
En la misma canción, de 2005, el poeta y cantante habla de la crisis, de Felipe, de Aznar («el del bigote») y de Julio Anguita («el Califa»), a quien llama «honrao», «trabajador» y «pico de oro». Y es cierto. En un discurso en 1999, pero que podría haber sido pronunciado hoy mismo, Anguita dice: «En la España de 1999, en la Europa de 1999 […], como en otras ocasiones de la historia, las sociedades han tenido que escoger un camino u otro: o seguir en la resignación o plantar cara: la rebeldía. La resignación es un producto que, como cualquier droga, duerme a la gente. […] La resignación es hija de ese discurso totalizador cual si fuese una nueva religión: “No hay más verdad que la competitividad; no hay más santos ni más poderes que los mercados; la economía tiene que crecer constantemente […]. Competitividad, crecimiento sostenido y los mercados”: eso es lo único que importa. Su poder no puede ser contestado».
Hace ahora un año, en un vídeo que puede verse, como el del texto que he citado en el párrafo anterior, en youtube, Anguita estuvo en el programa 59 segundos. Comienza recordando a Hans Tiet Meyer, que fue presidente del Bundesbank (el banco central alemán), y que dijo que «Los Estados tienen que acostumbrarse a someterse a los dictados de los mercados». Anguita, entonces, diserta sobre el origen de las decisiones que toman los políticos para salir de la crisis, que son exactamente las que dicen los mercados, y razona entonces sobre la falta de democracia real, porque «¿Quién elige a los mercados, a los bancos, a las agencias de rating, a los fondos de inversión? Está en riesgo el sistema democrático» y habla de la claudicación del poder político ante los mercados. En ese programa, Don Julio saca un ejemplar de la Constitución que lleva en el bolsillo: «¿Es que resulta que nos tenemos que tragar la Constitución solamente porque hay que obedecer que hay un rey? ¿Para qué sirven los artículos? […] ¿Es papel mojado?».
Habla de subir los impuestos a quien tiene el dinero, a las SICAV que tributan al 1% (a este respecto, la ministra de Economía dijo que no se le podían subir los impuestos a estas entidades porque entonces moverían su capital a otros países de Europa; pero recuerdo también que, cuando las últimas elecciones europeas, se nos dijo a los ciudadanos que el 60% de las decisiones importantes que afectaban a España venían, precisamente, de la Unión Europea. ¿Entonces?). En programas anteriores, Anguita habla de la concentración de las cajas de ahorro, que quedarán finalmente en 4 o 5 hasta que acaben en manos de la Banca.
El Estado auxilia a la Banca «inyectándole liquidez» (dándole dinero barato); luego, el Estado emite deuda pública para financiarse y los mercados (de los cuales forma parte la Banca) presionan para que suba el interés que el Estado debe pagar por ese dinero que recibe prestado. Pero es la Banca quien compra esa deuda con el propio capital que le ha prestado el Estado. Mientras, los dos principales partidos del Congreso («principales» por el número de escaños que les otorga la injustísima Ley Electoral que tenemos en España), junto a algunos partidos nacionalistas (que apoyan o se oponen a la política del Gobierno en función de, por ejemplo, qué diga el Tribunal Constitucional sobre la formación vasca Bildu), rechazan que la vivienda salde la deuda hipotecaria con la Banca.
En palabras del presidente del Gobierno socialista (si Pablo Iglesias levantara la cabeza), que me recuerdan a ese sometimiento a los mercados que citaba Anguita, «Toda la gente tiene su dinero en los bancos, y parece razonable que intentemos preservar la fortaleza y la solvencia de los bancos porque es tanto como preservar la solvencia y los ahorros de la inmensa mayoría de los ciudadanos».
Mientras, en el primer trimestre de este 2011, el Santander, el BBVA, el Banco Popular, la Caixa y el BFA (el nuevo banco en el que participan Caja Madrid y Bancaja: ¿tiene esto algo que ver con esa concentración de cajas de ahorro que quedarán en ma-nos de la Banca, que también mencionaba Anguita?) han obtenido un beneficio neto de 3.950 millones de euros.
¿Qué propuestas nos hacen entonces los políticos que, tristemente, tienen opción de gobernarnos? Del autodenominado «socialismo obrero» (que ignoro por qué se sigue llamando así) más o menos lo sabemos y que no sé si se resumen en estar a verlas venir; del también autollamado «popular», según palabras textuales de Rajoy: en «tomar las decisiones que generen confianza» (29 de abril), «en crear empleo, […] devolver la ilusión y la confianza» (4 de mayo), «un plan conocido que dé certidumbre, que la gente entienda y que fije objetivos y rumbo» (10 de mayo). Me asombra la lucidez y claridad con que el preclaro líder de la oposición explica sus ideas a todos los españoles. Me asombra tanto como cuando Jordi Sevilla le dijo a Zapatero (en una conversación que grabaron unos micrófonos accidentalmente abiertos) que lo que éste necesitaba saber de Economía para ser presidente del Gobierno se lo podía enseñar él «en dos tardes».

2 comentarios:

  1. Va a ser merecido el apodo de Anguita "el profeta".
    Este artículo me empuja a no resignarme y a decir que no quiero que manden los mercados.

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  2. Perdón Mako, borra el comentario, por favor. Era "el califa" no el profeta-).

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