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martes, 22 de septiembre de 2009

LA VIDA EN CANCIONES

Desde que éramos novios, a mi marido le ha traicionado su subconsciente cantarín. Cuando, recién sacado el carné de conducir, me llevaba por las noches hacia ese descampado en las afueras de la ciudad, ya dejaba entrever lo que iba barruntando, con aquella canción de Los Inhumanos que hablaba de un Simca 1000, aunque su coche fuese algo más moderno y tuviera los asientos parcialmente reclinables. Los momentos anteriores a éste los solíamos compartir en los bares con la pandilla de amigos; cuando la conversación y las risas se encontraban en su momento más granado y él, por ejemplo, dejaba la mesa que ocupábamos para ir a la barra y pedir unos botellines y unos vargas, me miraba desde allí y notaba que sus labios cantaban lo de “bares, qué lugares tan gratos para conversar”, de Gabinete Caligari. Si no habíamos salido con nadie, o nuestros amigos se habían ido antes y estábamos solos, continuaba con el verso de “no hay como el calor del amor en un bar”, a la vez que me tomaba la mano y me miraba a los ojos. Los Gabinete, de Jaime Urrutia, le gustaban mucho, y en la noche de bodas, tumbados sobre la sábanas, me cantó aquello de “mi cielito y yo en la suite nupcial”.
Luego, ya casados, y desde que se compró su primer móvil con politonos, se levanta cada mañana con el Rock and Roll del despertador, de Joaquín Sabina, que empieza diciendo “Son casi las seis, como cada mañana”, aunque la canción le arranque diariamente dos horas más tarde. Si, cuando regresa a mediodía, lo oigo entrar por la puerta cantando “Hoy me he levantado con el pie contrario”, sé que algo le ha ido mal en el trabajo y ha salido cabreado. Si, por el contrario, entra tarareando “Me va, me va, me va”, es que todo ha ido bien, y entonces yo le contesto con aquella sintonía del viejo programa de Elena Santonja, “Con las manos en la masa”, que interpretaban el propio Sabina y Vainica Doble: “Siempre que vuelves a casa, me pillas en la cocina, embadurnada de harina, con las manos en la masa”. Él, entonces, o bien continúa la canción diciendo que no quiere platos finos, o bien se traslada a otro estilo y me dice que quiere “pollo asao, asao, asao con ensalada”.
Cuando las noticias hablan de la amenaza nuclear iraní se le queda para toda la tarde la canción de Ayatollah, de Siniestro Total; si se habla de sequía, “Ojalá que lllueva café”, de Juan Luis Guerra; si de la llegada de pateras, me canta el Clandestino de Manu Chao. Si ando de morros y no estoy amable, se le escapa “tengo que confesar que a veces no me gusta tu forma de ser”, de Julieta Venegas, y si intenta besarme y le esquivo, “No me beses en los labios”, de Aerolíneas Federales. Si alguna vez discutimos, “Cena recalentada”, de los Golpes Bajos; si me ve triste, “Los chicos no lloran”; si alegre, cualquier ranchera. “Las cuatro y diez” de Aute si vamos al cine; “La fiesta”, de los Ilegales, si vamos a un guateque en casa de unos amigos, y “Champú de huevo” cuando se ducha antes de salir de noche.
Todo se pega. Y yo, que soy abogada en esta ficción, he tenido ahora un cliente a quien la policía sorprendió en un parque con gramo y medio de hachís en el bolsillo. Ha recibido una carta de la Subdelegación del Gobierno, en la que le invitan a reconocer el acto y archivar el expediente sin sanción ni pena ninguna (“De acuerdo con lo previsto en el artículo 8 del RD 1398/93 de 4 de agosto, puede reconocer voluntariamente su responsabilidad, dándose entonces el expediente por concluido y dictándose la resolución sin sanción económica”), o bien a alegar lo que quiera e iniciar un procedimiento que puede ser más largo. El chico, inseguro de sí mismo, me pidió que lo ayudara a redactar el escrito en el que asume su culpa, y luego lo que lo acompañara al edificio oficial para presentarlo.
Mientras el funcionario cotejaba el original con la copia que luego nos devolvió sellada, releí una vez más el papel, al revés desde mi ángulo, en este lado de la ventanilla, y no pude evitar que se me escapara este verso rumbero: “Lo reconozco, fumo porros a diario”, de los Estopa.

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