La mayoría de las mujeres no lo sabrá, pero muchos urinarios de locales y edificios públicos tienen, junto a su desagüe, una mosca pintada que parece real, y que se dibuja ahí para que los varones traten de hacer puntería y no dejen los alrededores todo perdido, como si estuvieran en su propia casa. Hay algunas empresas que los fabrican y venden directamente así, ya ilustrados, y tengo entendido que las tareas de limpieza se facilitan mucho. En los casos en que las cerámicas ya estaban instaladas sin el insecto, los propietarios han optado por colocar dianas de goma agujereadas cuyo centro (marcado con 100 puntos) se sitúa encima del sumidero, de manera que se incita también a apuntar y no manchar.
Navego por Internet mientras escribo esta columna para buscar un artículo en el que se discutía, con todo rigor matemático, el número óptimo de urinarios que deben colocarse en un aseo público en función de las dimensiones de éste: supongamos un restaurante en el que se colocan, juntos, tres urinarios en una misma pared: el primer usuario que llega tiende a ponerse en el más alejado de la puerta (en la fotografía que ilustra este texto, por ejemplo, se iría al de la mujer de la izquierda, que tiene una lupa en la mano); el segundo usuario, al llegar y ver ese ocupado, se pone en el que se encuentra más alejado (al de la derecha en este caso, el de la mujer que señala hacia abajo riéndose y tapándose la boca). El tercero que llegue, en lugar de utilizar el del centro (cuya correspondiente mujer parece sostener unas tijeras), prefiere normalmente esperar o dirigirse a un inodoro y cerrarse la puerta, de manera que uno de los urinarios queda siempre inutilizado (los varones sabemos que es muy raro llegar y encontrarse a alguien que ocupa, estando él solo, directamente el del medio). De este modo, el propietario de la finca ha malgastado un tercio del presupuesto de esa dependencia, puesto que uno de los tres apenas se utilizará. Igualmente, la instalación de cuatro unidades juntas supone en la práctica un derroche del 50%, pues el primer usuario se instala en uno de los extremos, el segundo en el opuesto y apenas se usan los dos que quedan libres entre medias. Con cinco instalados, sin embargo, tienden a ocuparse tres, pues los usuarios siempre dejan uno de separación, con lo que el aprovechamiento es superior al 50%.
A esta forma tan habitual del comportamiento humano se la conoce como el “Protocolo Internacional de Elección de Urinario” (International Choice of Urinal Protocol, en inglés) y ha sido intensivamente estudiado, de modo que el número de urinarios que debe instalarse para lograr el mejor aprovechamiento responde a la sucesión 3, 5, 9, 17, 33… que procede de la fórmula 2k+1 (dos elevado a k, más uno, en donde k es un número natural).
El protocolo falla, desde luego, cuando llega algún desaprensivo y se pone a tu lado teniendo los demás libres.
Publicado en El Día de Ciudad Real
Muy divertido tu artículo. ;)
ResponderEliminarjajaja, muy bueno!
ResponderEliminarAunque habría que especificar que este protocolo solo es aplicable al sexo masculino. Para el género femenino el aprovechamiento varía totalmente si equiparamos inodoro con urinario, ya que en un mismo inodoro entran hasta tres mujeres, haciendo un aprovechamiento del mismo de un 300%...