Una foto aleatoria

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lunes, 21 de junio de 2010

Crónicas uruguayas (I)

En el diario La República, que es uno de los más leídos en el Uruguay, se informaba ayer de que la federación de fútbol de este país había contratado un vuelo chárter para viajar a Sudáfrica el 4 de junio, y que ya había cerrado la vuelta para el 24, dos días después de jugar contra México. Aunque creo que no está totalmente decidido, los uruguayos dan por bien perdida la parte de los 792.000 dólares USA que ha costado el contrato de ese viaje de ida y vuelta.
A mí, que estoy pasando unos días en Montevideo, cuando identifican mi procedencia por mi acento español, me preguntan por la desgracia de Suiza, que cómo fue posible, con esos Xavi y Villa e Iniesta que no fueron capaces de llegar a puerta. En fin, les digo, es que eran muy altos.
He llegado al hotel hace un rato, después de ir en ómnibus hasta el barrio de la Ciudad Vieja y pasear por ahí. No es como La Habana Vieja, pero algunas fachadas muestran también desconchones, las raíces de los árboles levantan ligeramente algunas aceras, las señales de tráfico y las farolas han perdido parte de su pintura en áreas que se quedan cubiertas por el óxido, hay carteles colgados de elecciones pasadas, algunas grietas en el asfalto, y todo eso le da un toque encantador de decadencia a esta zona de la ciudad, un poco parecido al que puede sentirse en algunas calles de Roma. Los vecinos de aquí desean que se arregle la zona, pero perdería entonces gran parte del hechizo que se transmite al viajero. Hay docenas de librerías por todos sitios y muchos vendedores de libros en la Peatonal Sarandí, que atraviesa la Ciudad Vieja desde la Plaza de la Independencia hasta la Escollera. En algún momento del recorrido giro a la izquierda para bajar a la Rambla Francia porque, por el mapa que me acompaña, interpreto que debe de haber una buena vista de todo el malecón, y así sucede: se contemplan las aguas oscuras y revueltas del Río de la Plata, grandísimo estuario en donde desemboca el río Uruguay, que viene del norte, y que forma en la ciudad unas playas fluviales excelentes en el verano, lo he visto en fotos de un café antiguo, no sé si el Bacacay, frente al Teatro Solís. Ahora hace viento y frío, ya mismo empieza el invierno en este hemisferio, y la Punta Carretas se ve allí al otro lado, algunos edificios altos en aquel lado de la ciudad, bajo un cielo cubierto de nubes oscuras que ayer descargaron mucha agua.
Los nombres de muchas calles hacen seguramente referencia a personajes históricos o ilustres, de los cuales dan su nombre y los dos apellidos: Dr. Lorenzo Carnelli, H. Gutiérrez Ruiz, Bulevard General Artigas, Silvestre Blanco, Bartolomito Mitre. Otras son fechas: 21 de Setiembre, 18 de Julio, 26 de marzo. Hace un rato he atravesado por la calle Treinta y tres, y no es que haya treinta y dos ni treinta y cuatro, como sí puede haber en Manhattan, sino que, con tantos nombres de médicos y doctores como hay en la ciudad, tal vez es un recuerdo de lo que nos piden que repitamos cuando nos miran la garganta.
La gente que tan bien me ha recibido me llevó anoche a comer Fainá, una especie de tortita muy rica que se hace con harina de garbanzos, y después a la milonga Las Musas, el local de un club cultural en donde se baila tango. Los varones van sacando a bailar a las mujeres, cada vez a una distinta, y algunas se cambian el calzado con el que han llegado por unos zapatos de tacón alto; bailan estirados, las piernas de ella enroscándose a veces en las de él, esos giros elegantes, esos cuellos rígidos, los alientos cercanos. 

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