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lunes, 7 de febrero de 2011

Escribir ¿para qué?

En algunos comercios hay un cartel en la pared en el que pone: «Hoy no se fía. Mañana, sí». En el irlandés de la calle Alcántara se anuncia: «Free beer tomorrow» (Mañana, cerveza gratis). En muchos bares hay un cartel en el que dice: «Si bebes para olvidar, paga antes de empezar». El otro día leí en un blog una anécdota atribuida a Kant, que aparece recogida en el libro La Extraña, de Sándor Marai: parece ser que Kant despidió a su criado Lampe, por quien sentía un gran aprecio, porque lo pilló robando; como no conseguía quitárselo de la cabeza escribió en una pizarra: «Debo olvidar a Lampe», y todos los días pasaba una hora enfrente del encerado leyendo esa frase.

Un día, un alumno preguntó a su profesor de italiano que cómo se dice y escribe «arroba»:

Chiocciola, pero es una palabra que no vas a escribir nunca. Escribirás siempre “@” en vez “arroba” —le dijo en voz alta. El alumno, no obstante, le pidió que se la deletreara y la copió en su cuaderno.

Al día siguiente, un compañero preguntó lo mismo: «¿Cómo dijisteis que se decía “@”, digo “arroba”?». El profesor le pidió al alumno de la víspera que respondiera:

—No recuerdo —contestó.

—Eso es porque escribes para olvidar —le dijo el profesor—. Chiocciola —repitió en voz alta—. Puede escribirse para olvidar y también para recordar.


Quien dice “escribir” dice pintar, filmar, componer o escupir (perdón, esculpir): se escriben libros de texto para recordar las Matemáticas y la Historia y evolucionar el mundo y no repetir errores (aunque luego muchas veces pasemos de ello y los repitamos: quizá porque no los leemos); se pintan Los fusilamientos en la montaña del Príncipe Pío o La rendición de Breda para tener testimonio de esos dos hechos históricos de los que, de otro modo, sólo tendríamos constancia por lo escrito en los… libros. Decimos «la niña Omayra» e, inmediatamente, nos viene a la memoria la agonía en directo de esa niña atrapada a la que no pudo salvarse; se compone y se escribe y se graba la música para reescuchar en cualquier momento el saxo de John Coltrane; escupimos en el suelo para dejar nuestro rastro en las esquinas y advertir al siguiente transeúnte de que por ahí hemos pasado, igual que los perros dejan su orín en los árboles.

Y escribir para olvidar también se hace: un diario personal que contiene las experiencias de uno y que no vuelve a ser leído, la palabra chiocciola, la demostración de un teorema de Álgebra o Cálculo en primero de carrera, la Batalla del Ebro, las circunstancias sociales en que se originó el fascismo.

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