—¿Está Carmen?
La primera vez, como ella no estaba, dije que no y que llamase más tarde, sobre la hora en que llegaba a casa. Volvió a llamar a la hora acordada, se la pasé y tuvieron un breve diálogo de besugos hasta que ambas descubrieron que la mía no era la Carmen que la otra esperaba.
Pocos días después, el teléfono sonó de nuevo. Era una persona distinta que preguntaba por ella. Le dije más o menos lo mismo, que llamase después, y también más tarde se dieron cuenta a los pocos segundos de que no era por ella por quien se preguntaba.
Y al día siguiente, lo mismo:
—Pero ¿por qué Carmen pregunta?
—Por Carmen Díez Macías-Tapiador.
—Ah, no, se ha equivocado, aquí vive Carmen, pero es otra Carmen.
La cosa quedó así. Anoté mentalmente, o acaso en un papel, el nombre de esta mujer anónima o desconocida: Carmen Díez Macías-Tapiador.
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Pasó el fin de semana con tranquilidad. Por rellenar un poco de espacio, diré que resplandecía a la sazón una bella primavera con sus flores rojas y moradas y sus pajarillos trinando y también la puta alergia con sus putas gramíneas, y etcétera, etcétera. El lunes yo estaba en casa y sonó el teléfono:
—Buenos días, ¿está Carmen?
—¿Qué Carmen? ¿Carmen Díez Macías-Tapiador?
—Sí, sí, esa.
—No, se ha equivocado. Esa Carmen no vive aquí.
Y, aunque no siempre era la misma persona la que llamaba, no volvieron a preguntar por ella.
eso me pasó a mí:)
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ResponderEliminarAnda, ya lo sabía :)
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