En el libro “Religión y Ciencia” (que, editado por la Universidad de Castilla-La Mancha, ya cité en una ocasión), el investigador del CSIC Andrés Galera describe, en el capítulo dedicado a Darwin y a su teoría de la evolución, la parábola del relojero: se trata de un individuo que camina por el desierto y se encuentra un reloj (lo imagino de esfera, con una cadena para sacarlo sin perderlo del bolsillo) en funcionamiento, que marca correctamente la hora. El individuo, sin dudarlo, piensa que ese aparato lo ha construido un relojero.
La parábola sirve para ilustrar y defender las hipótesis creacionistas, mediante las cuales los organismos que habitamos en la Tierra, y el propio Universo en el que ésta flota, conforman el reloj que se ha hallado, correspondiendo a Dios el papel del relojero, que de alguna manera nos construyó en su taller entre un lunes y un sábado. La complejidad de las piezas del reloj no es nada comparada con la de nuestro organismo, con sus órganos, músculos y huesos que, a pesar de sus fallos, nos suelen conducir por la vida durante muchos años, avisándonos cuando sentimos sed o hambre o cualquier otra necesidad, o con la de las leyes de gravitación cuyos secretos desentrañó Newton (de quien también, por cierto, habla Carlos Solís, catedrático de la UNED, en el citado libro).
El Génesis y la aventura de Adán y Eva, lo de Caín y Abel y la mujer no nombrada con la que luego alguno de estos dos tuvo que yacer para dar continuidad a la especie, no es, de todos modos, dogma de fe, por lo que uno puede ser perfectamente católico y creer que Dios pulsó un botón que disparó el Big-Bang. Sí lo es, sin embargo, la propagación del pecado original a los descendientes de Adán, que somos todos, la ascensión de la Virgen a los cielos en cuerpo y alma, la existencia del paraíso, el purgatorio y el infierno, y la resurrección de los muertos con sus cuerpos en el último día. Asumo que resucitaremos todos aunque para poco tiempo (“en el último día”, se dice), incluyendo a los romanos que prendieron a Jesús y a los que sucedieron a éstos; también los hombres de Neandertal y los de Cromagnon, y también el eslabón perdido entre el hombre y el mono que terminará (si es que existió y tuvo, al estar a caballo entre animal y humano, algo de nuestra condición) por aparecer en ese momento; asumo que las cenizas de los incinerados saldrán de sus urnas y volarán desde los campos, los jardines y los mares en los que han sido disueltas para reagruparse y adquirir la forma humana que otrora tuvieran; que los miembros amputados hallarán sus cuerpos y se fundirán con ellos, reinstalándose las conexiones nerviosas, musculares y sanguíneas. Nos juntaremos aquí miles de millones de personas, los que estamos ahora vivos y los que nos han precedido, y tal vez ocupemos tanto que tengamos necesidad de ubicarnos en los océanos.
Quizás, en estos años, se levante algún secreto de Estado que desvele la visión de unos cuerpos vagando por el espacio o cómodamente instalados en algún asteroide, un hombre joven con barba y una mujer con túnica, ambos con un halo alrededor de su cabeza.
Al final del todo, el mundo, que Dios creó también dogmáticamente de la nada, será finiquitado por Jesús a su regreso, deshaciéndolo, juntándolo quizás con las partículas de antimateria cuya existencia la Física intuyó, después demostró y finalmente observó mediante grandes telescopios. Cuando una partícula de antimateria se une con otra de su materia correspondiente, las dos se anulan, resultando en una partícula de nada que no deja huella ni rastro. La antimateria, aparentemente menos abundante que la materia de la que estamos hechos, nos aguarda en algún sitio, en un agujero negro, para venir a confirmar el último día que la amenaza del Apocalipsis es cierta.
Recomendación de fe:
ResponderEliminarDocumental 'Génesis' (1994)
:)
Saludos
Perdón 2004.
ResponderEliminarCitando a Mario Benedetti:
ResponderEliminar"..Yo no sé si Dios existe, pero si existe sé que no le va a molestar mi duda.."
:)
Saludos
Clemen :)