Hace unos días asistí a la graduación de la Escuela Superior de Informática. Se trata de un acto dirigido a los alumnos que han finalizado la carrera en el curso académico anterior, que les sirve de homenaje y al que también se invita a sus familiares. A los titulados se les entrega un diploma, una beca y un pequeño detalle. En esta ocasión, se trataba de los titulados de la décima promoción de ingenieros en Informática y de los titulados de las (si no me equivoco) decimoctavas promociones de ingenieros técnicos en Informática de Gestión e ingenieros técnicos en Informática de Sistemas. Entre estas tres promociones, desfilaron por el estrado más de cien titulados, entre los que hubo en torno a 10 mujeres (las conté, pero lamentablemente he olvidado el número exacto).
Cuando se han entregado todos los diplomas, el acto continúa y se hace entrega de los premios extraordinarios de fin de carrera, que reconocen los tres mejores expedientes de cada una de las tres titulaciones. Hay una nota mínima para obtener este reconocimiento, de manera que algún año el premio extraordinario de alguna titulación ha quedado desierto. Este año, dos de los tres mejores alumnos han sido mujeres. El año pasado los datos fueron los contrarios: dos varones (los ingenieros técnicos) y una mujer (la ingeniera, habitual pero erróneamente llamada “superior”).
Sin que los datos sean rigurosamente exactos ni extrapolables a otras ingenierías, y con todas las precauciones estadísticas debidas, es cierto que las mujeres representan un porcentaje muy pequeño del alumnado, pero consiguen, por lo general, las mejores calificaciones, superando con creces a los varones: representan, por tanto, una elite minoritaria. Algo parecido, según he visto y oído alguna vez, sucede con los judíos, que representan algo menos del 0,5% de la población mundial y, sin embargo, se han alzado con, más o menos, la quinta parte de los premios Nobel desde su creación en 1901.
Hace dos cursos académicos (2007-2008), en una de las asignaturas de Informática que yo imparto, de 5º curso, había 14 mujeres entre 75 alumnos (un 18%), mientras que el 30% de las mejores calificaciones las obtuvieron ellas. El curso pasado, en la misma asignatura, había 15 mujeres entre los 63 alumnos matriculados (24%), pero el porcentaje de mujeres en las mejores calificaciones se mantuvo.
De forma general, la presencia de mujeres en las titulaciones de ingeniería es muy reducida, en ocasiones casi testimonial; sin embargo, demuestran en muchos casos ser mejores que los varones. Simplificando, la profesión del ingeniero consiste en resolver problemas, y parece ser que ellas los resuelven mejor que nosotros, pero tal vez les dé pereza ponerse a resolverlos, o tal vez la profesión del ingeniero esté mal explicada. Esperemos que la tendencia cambie, sobre todo en una titulación como la Ingeniería Informática, que incluso en esta época de crisis sigue produciendo menos titulados de los que la sociedad demanda.
En nuestra universidad, la Ingeniería Informática estrenará el curso que viene un nuevo plan de estudios, moderno y bien diseñado, y ofrecerá también dos másteres de postgrado, uno de investigación (que ya se ofrece desde hace años, con una especial “mención de calidad” que otorga la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad), y otro más orientado a la labor directiva del ingeniero informático. Ya que ellas demuestran año tras año que son más listas, invito a las mujeres a que se decanten por este trabajo, que es muy bonito, en el que destacarán porque son las mejores, y con el que prácticamente se les garantiza el empleo.
interesante articulo sobre ingenieria, me ha solucionado un par de dudas.
ResponderEliminarSEETECH