Una foto aleatoria

Una foto aleatoria


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Una frase aleatoria

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lunes, 13 de septiembre de 2010

Se busca foto


Hace poco visité en un museo una exposición de fotografías, de entre las cuales me llamó la atención la que ilustra este texto, por lo que le eché una foto a la propia foto, y de ahí que no se distingan, con la calidad que merecen, las dos mujeres que aparecen retratadas: la más cercana a nuestros ojos parece observar algo así como un mapa o plano de la ciudad en la que se encuentre (tal vez París, tal vez en los años sesenta), porque mantiene extendido un papel ancho y largo con varios dobleces. Lleva una falda muy breve y parece haber terminado la botella de refresco que estaba consumiendo; la de más allá, tocada con un gorrito, tiene sobre su mesa una cubitera en la que, con mucha atención, parecen distinguirse las pinzas para coger el hielo. La anciana mantiene el periódico abierto pero, como si se tratase de un agente secreto en plena labor de contravigilancia, observa a la joven con los ojos apartados de sus páginas, con una mirada que parece censurar la osadía de sus muslos al aire. Tal vez sea una mirada de admiración o envidia, orgullosa de su atrevimiento en ese momento que no sé situar en un tiempo concreto, pero que he aventurado y situado, gracias a un primo (un primo carnal, no un muchacho inocentón y engañable), en la capital francesa hace ya medio siglo. Ignoro el periódico que lee la señora porque, aunque acerque la imagen con el zoom del ordenador, no se distinguen en absoluto las letras grandes de su portada: ¿quizás Le Monde? Hay un hombre al fondo con gafas de sol, unas pocas entradas en el pelo peinado hacia atrás, chaqueta negra y camisa blanca con los picos del cuello hacia fuera, estirados sobre las solapas de la americana. No es un camarero, que no estaría de esa guisa sirviendo las mesas. Debe de ser primavera u otoño u otro entretiempo, capaz que los primeros días del verano de la Ciudad de la Luz, porque la señora de allá no lleva abrigo ni parece tenerlo cerca, pero parece protegerse del fresco con un pañuelo alrededor del cuello. La joven de acá, a pesar de sus piernas al aire, cubre el resto de su cuerpo con unas botas altas y una chaqueta blanca de manga larga. No parece estar acompañada por nadie, porque sólo hay una botella en su mesa y no hay más botellas ni vasos: su pareja, entonces, no ha ido a pagar a la barra ni tampoco al baño; a lo mejor ella lo espera ahí sentada, pero hace ya rato que él debería haber llegado, porque ella ha tenido ya tiempo para terminar su bebida. Si es un plano de la ciudad lo que mira, ha de estar alojada en algún hotel quizá de Montmartre, en donde abundan cafés como este, con mesitas en la calle. Es posible que el hombre que no llega haya huido por algún motivo de amor o desamor, o por un motivo político en esa época semiconvulsa de la guerra fría; es posible entonces que la mujer de allá sea en efecto una espía que colabora en la búsqueda del hombre, y que lo aguarda junto a la mujer a la que el proscrito ama, sabiendo que él llegara a encontrarse con ella en algún momento.

Quiero esa foto; la he buscado en Google poniendo de todo y solo me aparecen señoras en minifalda a todo color. ¿Usted la conoce?


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