«Se inventan para una mujer historias complejas que luego hay que rememorar para siempre en detalle como si se hubieran vivido, a riesgo de delatarse más tarde». (Javier Marías, en «Mañana en la Batalla piensa en mí»).
He estado viendo en Schlezenlurg, la ciudad natal del pintor Dietrich Forrester, una exposición con aquellos de sus cuadros que están en manos privadas, y que sus propietarios han cedido temporalmente para público deleite. La muestra incluye algunos bodegones de frutas mediterráneas, naranjas y limones, cerezas, de cuando estuvo formándose en la escuela florentina, y naturalezas muertas, conejos y perdices y palomas torcaces, de su paso por España. En la exposición, ordenada cronológicamente, se observa cómo los temas de interés del pintor van evolucionando desde esos lugares comunes hasta otras preocupaciones.
Una de las obras más llamativas, del inicio de su madurez, y que destaca por la simpleza de sus trazos, así como por la profundidad de su reflexión, pertenece a la colección del Duque de Resterweirch, que fue diplomático, y se titula “Geometría y Política”. El pintor divide el lienzo en pequeños compartimentos cuadrados, como si el conjunto se tratase de un botellero de madera, y cada compartimento estuviese preparado para albergar una botella. En cada uno, Forrester sitúa un sencillo dibujo, bajo el cual dibuja los trazos de lo que sería un papelito con un breve comentario, al modo de la etiqueta que califica la añada. El primer dibujo es una línea recta horizontal cuyos extremos terminan en puntas de flecha, dando a entender que pueden proseguir, y cuyo centro está señalado con un aspa. En el extremo derecho, Forrester escribe “Hitler”; en el izquierdo, “Stalin”; entre ambos, nombres de políticos diversos, más o menos alejados del centro en función de su ideología o de su partido.
En el segundo dibujo, Forrester transforma la recta y acerca los extremos, convirtiendo lo que era un segmento rectilíneo en una circunferencia. El centro político queda en el lado inferior; justo encima, a un diámetro de distancia en vertical, se encuentran los dos dictadores antes mencionados, y añade ahora en sus cercanías fragmentos de fotografías de campos de exterminio fascistas y comunistas, como dando a entender que los métodos de la extrema derecha y de la extrema izquierda son los mismos, razón por la cual lo que era una recta debe curvarse para que sus extremos coincidan.
El tercer dibujo es como el segundo, pero el autor, en un alarde de la representación de las tres dimensiones, le añade otra circunferencia perpendicular a la primera, dándole el aspecto de lo que sería una esfera, y pasando esta segunda curva también por el centro político. Uno de sus lados está etiquetado con “Nacionalismo”; el otro, con “Centralismo”, y también los dos se juntan en el punto superior, coincidiendo en ese lugar todos los extremismos, que Forrester anota con los nombres de grupos terroristas y de gobernantes que han querido mantener a sangre y fuego la unidad de su país o conseguir su independencia. Entre medias, siglas de partidos políticos más o menos partidarios de conceder más o menos capacidad de gobierno autónomo a las diversas regiones.
En los dibujos sucesivos, Forrester añade más líneas que representan otros tantos pilares básicos del pensamiento de cada uno: hay una línea para inmigración, otra para defensa, otra para libertades, también para economía, etcétera.
En todos los dibujos aparecen dos puntos gruesos que representan a dos individuos cualesquiera. En la etiqueta que acompaña cada dibujo hay un texto que muestra la distancia política entre uno y otro: en el primer dibujo, el de la simple recta, es de 8 cms., pues ambos están situados sobre ella y su separación se mide fácilmente con una regla; en el segundo, al haberse curvado sus extremos, la diferencia es otra; en el tercero, al haber introducido Forrester una dimensión nueva (Nacionalismo/Centralismo), el pintor deja una fórmula que ya depende en gran medida de su geometría, cuya superficie o volumen representa el espectro político completo, y que yo no sé interpretar.
La amplitud de este espectro, concluye el pintor en el último recuadro, que no está ocupado por ningún dibujo, sino por un texto de trazos muy finos, como escrito a plumín, depende del número de dimensiones que se consideren y de cómo se pinten: recta, circunferencia, esfera o figuras de más dimensiones e imposibles de pintar (pero que, sin embargo, Forrester dibuja con maestría). Cada individuo puede ubicarse en dicho espectro con unas coordenadas que lo sitúan en el espacio político, y la distancia a cualquier otro punto puede calcularse con raíces cuadradas, potencias y sumas. Aunque apenas he entendido algo de su disertación, me llama la atención el hecho de que los extremos siempre se tocan.
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