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sábado, 17 de julio de 2010

Viaje de regreso

Hace unos minutos el comandante del vuelo IB-6012 ha anunciado que “nos encontramos al final de la primera parte del partido Uruguay-Alemania, y Uruguay va ganando…”; aquí se le ha dejado de oír porque los pasajeros del avión han roto en vítores y aplausos, y ha sido el personal auxiliar el que ha ido anunciando, de viva voz, los 2 goles contra 1.

Al subir al avión me han dado prensa española de ayer, en la que he encontrado aburridas noticias sobre la manifestación a favor del Estatut (entiendo ahora la demora de los jueces del Tribunal Constitucional en la redacción del fallo, que he comentado aquí alguna vez, pues han utilizado los escribanos más de 800 folios para redactar los antecedentes, fundamentos de hecho y de derecho, debemos fallar y fallamos, los votos particulares, etcétera). Parece que el lema de la manifestación será (o ha sido) algo así como: “Somos una nación, nosotros decidimos”.

[Acaban de anunciar Alemania 2-Uruguay 2].

Casi no entiendo o diferencio los conceptos de país y nación: el primero se refiere tal vez más al hecho administrativo o incluso casual de disponer de una gran parcela de terreno continuo (islas aparte); el segundo concepto (“nación”) debe de referirse más al hecho sentimental que al hecho administrativo, al sentimiento individual o colectivo que al de la casualidad. Como volando voy/volando vengo, carezco de acceso a fuentes de información externa (léase Internet), así que hablo de memoria si digo que menos de la mitad del pueblo catalán (un cuarenta y tantos por ciento) acudió al referéndum para votar el Estatut. Supongamos que hubiera acudido a las urnas solamente el 30%: ¿Podría un político arrogar a tan bajo porcentaje de ciudadanos la representación del pueblo catalán (o murciano, o gallego, o calatravo) y su conversión en nación? ¿Y si fuera un 10% o un 15%, como en esas consultas independentistas que se celebran en algunos ayuntamientos? La gente, en general, me parece a mí que no es política y pasa de este tipo de movidas.

[El piloto explica que se acaba de llegar al final del partido, con victoria alemana por 3 a 2, dándole la razón al pulpo Paul; Forlán, en el minuto 3 del descuento, nos cuenta el piloto, ha estrellado un balón en el larguero de la portería contraria. los pasajeros se lamentan un instante, pero le dedican un aplauso a su selección].

Hace ya seis horas que el avión despegó, y a las cabezas de ganado que poblamos la clase turista parece habernos entrado de repente el miedo al síndrome de la ídem, porque el pasillo se ha llenado de repente de gente de pie que habla y camina sin rumbo, de la cola a la cabeza del avión.

El hombre que viaja a mi lado parece dormido o muerto: tiene la cabeza apoyada hacia atrás sobre el respaldo de su asiento, las manos cruzadas sobre su vientre, un fino bigote; es algo gordito y tiene la boca abierta, pero no parece emitir ningún sonido ni aire. Como el que no quiere la cosa, como el que se recoloca en la incómoda posición que le permite el asiento estrecho, le doy un pequeño codazo para comprobar si está o no en el mundo de los vivos. Afortunadamente se remueve y se reubica en una nueva incómoda postura.

Yo también he pasado mucho rato durmiendo. A pesar de que el viaje dura doce horas, la verdad es, en el avión, el tiempo pasa volando.

1 comentario:

  1. En esta ocasion me parece un poco seco el relato, como si el estado de animo ha sufrido un traspié. he extrañado ese sutil sentido del humor de siempre...

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