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lunes, 20 de septiembre de 2010

Qué gusto de multa




A veces pienso que el Estado es una gran máquina con pesados engranajes que comienzan a girar con pereza cada vez que un ciudadano presenta, en alguna ventanilla, alguna solicitud o algún recurso. Esos engranajes están formados por el cuerpo de funcionarios, uno de los cuales recoge el documento, le coloca el sello con el número de registro de entrada y lo deja en una bandeja, a la espera de que venga otro a recogerlo y lo lleve a un tercero que lo lee, lo estudia, consulta la legislación y, a veces, redacta un escrito de respuesta que devuelve al interesado por correo certificado. La maquinaria de una diputación o de un ayuntamiento es de similar complejidad, aunque de menos envergadura debido, probablemente, al volumen de asuntos que se despachan.

Como me gusta esa metáfora de la máquina parada que arranca pesadamente, cuando tengo oportunidad presento algún escrito de alegaciones para ponerla en marcha, y me imagino que lo que he hecho, en el mismo momento en que me llevo mi copia sellada, es haber girado una llave o haber actuado sobre algún interruptor que la activa. Así que hace unos años, con motivo de una multa de 60,01 euros por aparcar incorrectamente en la zona azul, presenté en plazo un escrito de alegaciones al ayuntamiento, explicando que no entendía el texto de la infracción: «Estacionamiento en zona de regulación horaria sin “ticket”, o no visible». Entrecomillo ticket porque ahí residía el quid de la cuestión: en el deber que tiene la administración local (al menos la que no tiene lenguas cooficiales) de responder en castellano. Le explicaba al funcionario que había buscado la palabra en el diccionario de la RAE (que es normativo: es decir, lo que no pone ahí no tenemos por qué entenderlo) sin haberla encontrado, por lo que no llegaba a comprender con exactitud los hechos denunciados, y solicitaba por tanto la terminación del procedimiento. Le decía, eso sí, que acaso el término al que se refería era tique, que sí aparece en el diccionario con el significado que todos conocemos.

Después de pasar por varias ruedas dentadas y varias válvulas, por una de sus cintas transportadoras salió un texto en el que, claro, el funcionario tuvo que contenerse y redactar una respuesta formal y educada, y no plasmar los comentarios que, seguro, compartió con sus compañeros de despacho acerca de mi alegación tan aparentemente absurda. En la respuesta ponía: «Interpone recurso de reposición contra la notificación de la resolución sancionadora recaída en el expediente de referencia, fundado en motivos de los cuales no consideramos conveniente en este trámite pronunciarnos sobre los extremos de su relato».

Como toda respuesta de la administración ha de ser razonada (Ley 30/1992), en la carta del ayuntamiento no se razonaba en absoluto (y además se renunciaba explícitamente a ello: «no consideramos conveniente en este trámite pronunciarnos sobre los extremos de su relato») y, como ya he dicho, “me pone” el tema de los engranajes, vi el cielo abierto y me imaginé moviendo no ya la maquinaria de un ayuntamiento, sino la de todo un Ministerio de Justicia. Así que presenté un recurso en el juzgado de lo contencioso-administrativo contando no sólo lo del ticket/tique, sino también la falta de argumentación de la administración local, a la que está obligada. A la presentación de este recurso acudí con mi amigo E., que es abogado, porque la ley me obliga a que vaya acompañado de uno.

Fijaron la fecha de la vista para más de un año después pero, antes de que llegara este plazo, E. me comunicó que el ayuntamiento había desistido. A veces sospecho que quien desistió fue E., que pagó mi multa con sus intereses y costas para evitarme (o evitarse él mismo) el mal trago de un juicio solemne por un asunto de tan escasa importancia.

Hace una semana me multaron de nuevo por el mismo motivo: «Estacionamiento efectuado sin tique de estacionamiento o sin tenerlo visible». Tique, con Q de queso. Y, oyes, qué alegría, qué contento iré a pagar los sesenta euros.

2 comentarios:

  1. ...lo que no se te ocurra hacer a ti...

    Muy bueno el relato...basado en echos reales...

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  2. jajajajaja....... ¿será verdad?...... ¡genial!

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