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miércoles, 4 de junio de 2008

La decadencia de la sociedad

«Casi nadie imagina nada, al menos cuando se es joven, y se es joven durante mucho más tiempo del que uno se cree». (Javier Marías, en Corazón tan blanco).

Es un tópico típico (tan corriente como juntar las palabras típico y tópico) afirmar que los jóvenes vienen cada vez sabiendo menos: mi hijo terminará el bachillerato sabiendo menos que yo, que cuando lo terminé sabía menos que mi padre que, por supuesto, lo acabó con menos conocimientos que mi abuelo. Si nos retrotraemos, el más sabio de todos era el hombre de Atapuerca. Esta conversación resulta muy socorrida, se entra en ella con facilidad y enseguida se exponen argumentos que confirman la hipótesis, como la mala ortografía de los alumnos, su incapacidad para comprender un texto y el poco tiempo que dedican a la lectura.

Se achaca esto muchas veces a la desatención de los padres, que trabajan los dos y dejan a los hijos a su propio cuidado, toda la tarde ante el televisor o jugando a la consola, malcomiendo o malmerendando, desatendidos. La conversación se deriva pronto hacia la disminución progresiva de los valores de la sociedad, que nos llevará en pocos años al individualismo y al egoísmo más absolutos. ¿Adónde vamos a parar?

Afortunadamente, esta misma percepción existe desde hace siglos: en el Quijote (siglo XVII), se dice “que triunfan ahora, por pecados de las gentes, la pereza, la ociosidad, la gula y el regalo”. Casi trescientos años después, en su discurso de ingreso en la Real Academia (1897), Benito Pérez Galdós afirmaba que “es la sociedad la que está decayendo, la que se está descomponiendo; las grandes y potentes energías de cohesión social no son ya lo que fueron; ni es fácil prever qué fuerzas sustituirán a las perdidas en la dirección y gobierno de la familia humana”. Unos años más tarde, uno de los personajes de Pío Baroja en El árbol de la ciencia opinaba que “lo que hace a la sociedad malvada es el egoísmo del hombre”. Puede, sin embargo, que estas percepciones sean cosas de la edad, “porque al hacerse mayor todo parece peor, y es igual” (Los Ronaldos, grupo de pop de los años ochenta).

O bien la sociedad no decae o, si lo hace, hay una gran distancia entre el nivel de valores del que partimos hace siglos y el nivel cero hacia el que tendemos, con lo que la caída ha de ser necesariamente lenta, y, de momento, poco dolorosa.


En El Día de Ciudad Real

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