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miércoles, 4 de junio de 2008

Nuestros pequeños problemas

«Los muertos no advierten enseguida que están muertos, sino que lo van percibiendo poco a poco, seguramente para evitar un susto excesivo capaz de devolverlos a la vida».
(Juan José Millás, en Volver a casa).


La semana pasada criticaba en estas páginas la escasa calidad del régimen cubano, que me vendieron como democrático. La verdad es que hay tantos y tan serios problemas en el mundo, que el hecho de que unos pocos millones de personas carezcan de libertad de expresión y de movimiento resulta una minucia. En efecto, acaban de morir decenas de miles de personas en China y Birmania (por las pocas noticias que llegan, parece que en este país, hasta las víctimas vivas —heridos, damnificados, desplazados— han sido dejadas a su suerte por sus autoridades), sigue habiendo matanzas en Sudán, en Sudáfrica hay a diario asesinatos xenófobos, revueltas por las carestía de los alimentos básicos (pan, arroz, leche) en Indonesia, Yemen, Guinea, Burkina Faso (¿dónde está este país?), cinco mil personas están secuestradas en Colombia…

Realmente, entonces, el hecho de que el Gobierno español, socialista y de izquierdas, no afirme clara y taxativamente su oposición sin excepciones a la fabricación y venta de bombas de racimo (según Greenpeace, las empresas españolas que las fabrican son Explosivos Alaveses, Instalaza, Santa Bárbara e International Technology S.A.); que no solo apoye en votación plenaria en el Congreso el nombramiento de David Taguas (que tiene el gesto del que pasa por el escáner de Barajas ocultando una maleta con doble fondo, aunque las apariencias engañan), sino que expediente a Juan Antonio Barrio, diputado de su partido, por votar en contra (si los partidos, de funcionamiento democrático según el artículo 6 de la Constitución Española, obligan a la disciplina de voto, la libertad de expresión de nuestros representantes, a los que entre todos elegimos y entre todos pagamos, puede estar viéndose coaccionada, cercenada y disminuida a niveles similares a los de cualquier ciudadano cubano); que no solo retenga (que no “detenga”, porque jurídicamente hablando parece que hay una diferencia importante, aunque el efecto sea el mismo) a los inmigrantes indocumentados durante 40 días en los centros de internamiento de extranjeros, sino que se plantee ampliar ese plazo… decía, que estos hechos nuestros son problemas tan pequeños que apenas deberían recibir un minuto de atención en el telediario, o el espacio en la prensa del edicto breve de un juzgado. Ponemos la atención en lo que la prensa quiere y en aquello de lo que los tertulianos hablan, viendo que hay problemas en donde solo existen insignificancias; y, al contrario, muchas veces los problemas verdaderos acaban cuando dejan de hablarnos de ellos.

Mañana, o pasado, o al otro, comenzará otra guerra, se abrirá otro pedazo de tierra que se tragará una ciudad, o caerá sobre ésta una lluvia torrencial que la hará desaparecer; se expulsará de algún país próximo a los de color distinto, saldrán veinte aviones de otros tantos países con cientos de deportados; continuarán internados, sin juicio ni horizonte, los presos en Guantánamo y los disidentes en Cuba y en China y en Birmania y en tantos otros sitios; morirá en nuestro país una mujer más a manos de su marido; se emitirán más toneladas de CO2 a la atmósfera, se caerá al mar un gran bloque del hielo que ese mismo gas contribuye a derretir… pero lo que nos importa y nos escandaliza, desde el bienestar de nuestro sofá cómodo, desde la barra de bar o la mesa de funcionario en donde abrimos este periódico, será si la ministra comparte o no su baja maternal, si se anula o no el minitrasvase del Ebro, si esto significa que Zapatero ha incumplido su promesa electoral, si se lo llama trasvase o de otra forma, si la alcaldesa comienza las obras del tranvía que prometió en su programa electoral.

A veces conviene tener una visión catastrofista de un todo para mejorar una parte. Nos enteramos de todo al instante, y antiguamente no, y seguro que iba todo peor; la pena de muerte está abolida en muchos países, y hasta hace poco se cortaba la cabeza en medio mundo; tenemos instrumentos para medir el bienestar y el malestar de forma objetiva (el Índice de Desarrollo Humano de la ONU o el consumo de energía por habitante), mientras que antes ni siquiera nos interesábamos por el enfermo desahuciado que no tenía dónde morirse.

En El Día de Ciudad Real

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