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miércoles, 4 de junio de 2008

El viaje de todos

«Andrés comprendía el otro extremo, que el hombre huyese del dolor ajeno, como de una cosa horrible y repugnante, hasta llegar a la indignidad, a la inhumanidad». (Pío Baroja, El árbol de la ciencia).

Creo recordar que Serrat se autodefinía como «un latinoamericano nacido en Cataluña», y son muchos los que se proclaman «ciudadanos del mundo». Aparte de la plasticidad literaria que puedan tener estas frases, especialmente la primera, ambas encierran un sentimiento de universal pertenencia a un todo, a una mancomunidad de personas que comparten un viaje largo en el mismo autocar. Y, como tales, el que va en el lado del pasillo pega la hebra con el desconocido que lo separa de la ventanilla, no reclina su respaldo para no dificultar el movimiento del larguirucho de luengas piernas que tiene detrás, ofrece a sus vecinos que prueben los alimentos de su tartera. El destino final está lejos, las carreteras son tortuosas, y uno le ofrece su Biodramina al que, sentado al fondo, comienza a marearse.

Uno es quien es porque el azar lo quiso así; porque fue ese, de entre millones, el espermatozoide que primero alcanzó el óvulo, sin que haya más posibilidad, en esta lotería, de pedreas ni reintegros. Si la carrera la hubiera ganado otro, uno no sería el mismo, sino otro distinto, quizás muy parecido; podría recibir la misma educación en el seno de la misma familia, pero no sería igual, tendría rasgos que lo diferenciarían de ese álter ego que no llegó a tiempo y que no cuajó, por tanto, y con el que resulta entonces imposible compararse. También la casualidad nos ha hecho nacer aquí: las migraciones y destierros de nuestros antepasados, los cruces azarosos de mujeres con varones que terminan en enamoramiento y en descendencia, los que acaban en descendencia sin enamoramiento. Uno es fruto del azar, podía haber nacido aquí o allá, y si lo ha hecho aquí y aquí decide establecerse no significa ni que pertenece a este territorio, ni que este territorio le pertenezca.

El autocar es el mundo globalizado en el que vivimos y, el viaje, la vida fortuita de cada individuo, aunque cada uno se baje en diferente parada. Tengo que apretarme en el asiento para que el viaje de mis compañeros sea cómodo, meternos tres donde cabemos dos, sentar durante un rato en mis rodillas a alguien cansado, cederle el sitio a ratos y viajar yo de pie. Ese individuo podría ser yo si el azar así lo hubiera querido, acaso lo sea; puede incluso que tenga parte de mí.

En Europa no caben más inmigrantes, se dice a veces. ¿Europa es nuestra? ¿El autobús es mío o lo he alquilado? ¿América es de los indios? ¿África de los africanos? Apretémonos un poco, o paguemos entre todos los billetes para que los viajeros puedan desplazarse dignamente a su destino.

1 comentario:

  1. La unica razon por la que Serrat diria eso es porque tiene que venir todos los años a Argentina para comer, porque en su pais ya no lo escucha nadie. Quisiera saber si se tomó la molestia de mandar alguna carta a las autoridades de su pais para solicitar que se termine con las injusticias de los latinoamericanos deportados porque sí.

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