Una foto aleatoria

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jueves, 26 de abril de 2012

Representación gráfica de PP y PSOE

La diferencia entre la derecha y la izquierda está, teóricamente, en que éstos apoyan más a los más pobres y aquellos más a los más ricos. Durante los años en que éramos ricos, más o menos la política del PSOE y del PP estaban centradas en torno a un punto medio, de manera que no se notaban tendencias claras ni hacia un lado ni hacia el otro.

Ahora, con la pasta volatilizada y en manos de no sé quién, se ve, efectivamente, la madera auténtica de un gobierno de derechas: subida de tasas universitarias, pago de medicamentos por parte de pensionistas, pago del transporte sanitario, subida de las pensiones por debajo del IPC, recortes en sanidad y educación, etc., etc., etc, etc.

El PSOE también hizo política de derechas: congelación de pensiones, subida del IVA (que grava a todos por igual, independientemente de su renta) en vez del IRPF, supresión del impuesto de patrimonio, más otras medidas que favorecen a las empresas más ricas, principalmente bancos (que ya he citado en este blog alguna vez y que no repito por no aburrirme a mí mismo). Algo tuvo de izquierdas, como la Ley de Dependencia.

Así, si pudiéramos representar las ideologías con círculos sobre una línea recta que una la extrema izquierda con la extrema derecha, mi opinión es que los dos grandes partidos, en este momento (y a partir de observaciones empíricas de sus respectivas formas de actuar), quedarían ubicados más o menos como en la figura siguiente: el PP, desde luego, a la derecha del centro político teórico; el PSOE con un trocito a la izquierda, pero con su ideología escorada mayormente hacia la derecha.

sábado, 21 de abril de 2012

Las jerarquías

Ya no pongo la equis en la casilla de la iglesia católica. Hace unos años marcaba las dos, porque entendía que, al fin y al cabo, parte de mis impuestos llegaría, de alguna manera, a las personas tan necesitadas a las que atiende, por ejemplo, Cáritas Diocesana. Luego una vez, en un viaje a Roma, me encontré a Rouco Varela pasando a la sala VIP de la Terminal 4 de Barajas acompañado de un obispo que alguna vez vi en la tele, no sé si uno que lo fue o que lo sigue siendo de Bilbao. Me dio tanto repelús tener ante mí a ese señor obsesionado con el aborto y el sexo y la familia, con la homosexualidad, con el condón; me dio tanta grima verlo pasar a esa sala de espera especial, tanto reparo que viajase en business quizás con mi 0,7%, que creo que en mi siguiente declaración ya dejé sólo la casilla de Otros fines de interés social.
A la iglesia, entonces, le falla la jerarquía, que hace que los indecisos, como puedo ser yo, les retiren de sus arcas el poco dinero que de otra manera les destinarían. Había un chiste viejo (me lo contaron hace mucho en pesetas): «¿Me da doscientas pesetas para la capa del cura?», y el otro le decía:  «Por cien pesetas lo capo yo». Es solamente un chiste: hay miles de curas buenos y cientos de curas menos buenos, como fontaneros, médicos o profesores de universidad.


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Pero fallan también las jerarquías del PP y del PSOE, y no sé si de los otros partidos que, por infortunio, no han tenido la suerte o la desgracia de poder gobernar.
Del PSOE porque hicieron, en los últimos años, una política totalmente de derechas, primando a los más adinerados y subiendo a todos los impuestos más injustos (el IVA, por ejemplo, que grava en la misma cuantía al más pobre y al más rico), dejando que las sociedades de inversión colectiva siguiesen pagando solamente el 1%, votando en el Parlamento en contra de la dación en pago... en fin. No sé: yo, si fuera diputado del PSOE, creo que se me habría caído la cara de vergüenza al llegar por la noche a casa y contarle a mi familia que sí, que soy de izquierdas aunque haya votado a favor de esas mierdas, no sé si con la nariz tapada.
En tiempos de Felipe González, se preguntaba Javier Krahe, en la canción Cuervo Ingenuo de aquel concierto en directo de un disco de Joaquín Sabina con Viceversa, si el PSOE «¿Es socialista, es obrero, o es español solamente? Pues tampoco cien por cien», se respondía el cantante en aquellos tiempos en los que el presidente del Gobierno cambió radicalmente de opinión y, en contra de lo prometido en la campaña electoral del 82, metió a España de lleno en la OTAN, «sí americano también, gringo ser muy absorbente». Hoy, no sé con qué otro país podríamos compartir la nacionalidad o, mejor dicho, a qué otro país podríamos haber cedido toda o parte de nuestra soberanía (¿tal vez Alemania?).
Estoy seguro de que Rubalcaba, ante el estupor de los verdaderos socialistas que pueblan sus bases, también habría aprobado el copago, los recortes de 10.000 millones de euros en Sanidad y Educación y qué sé yo qué más, y se habría justificado diciendo, como hace ahora Rajoy para explicar por qué mintió (como Felipe González), en la última campaña electoral, que «no hay dinero» y, como le dice el ministro Montoro al Gobierno de Catalunya, «es que no hay más dinero. No es tan difícil de entender».

No me gusta escribir palabrotas, pero me tienen ya hasta la coronilla todos estos rompehuevos que mienten, malgobiernan y que, con total sinceridad, creo que no deben de saber mucho ni ser demasiado inteligentes en sentido amplio (tienen sus carreras, muchos sus oposiciones dificilísimas sacadas a la primera, pero eso no garantiza demasiado a nivel emocional. Sí, quizás les falta inteligencia emocional, capacidad para ponerse en el lugar del otro), y que deben de tener poca personalidad (se dejan llevar, creo yo: en los partidos políticos no suelen triunfar los más librepensadores, sino los que, para trepar, se achantan y aceptan lo que les venga impuesto de los que antes fueron también trepas y ahora mandan: ahí están esos diputados socialistas y obreros que votaron en contra de una medida tan meridianamente izquierdosa como la dación en pago).


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Durante años, había observado que, por lo general, los gobiernos de derechas no solían trastocar las políticas más sociales de los gobiernos de izquierdas: la ley del divorcio (que se aprobó con el gobierno de UCD con la oposición -hay que joderse, oponerse a eso- de AP, el antiguo PP, que a la sazón mandaba Manuel Fraga), la ley del aborto (a la que se opuso el PP), la universalización y gratuidad de la Sanidad, la Educación igual y gratuita (qué bonito escribir con mayúscula inicial palabras cono Sanidad, Educación o Libertad), la ley o la modificación de la ley para aceptar el matrimonio homosexual (que el PP tiene recurrida al Tribunal Constitucional), la ley de dependencia...
Ahora, parece que sí, se ve realmente el calado y la ideología reales del gobierno de "centro-derecha" (así han llamado alguna vez a su espectro político) del popular party. Igual habría sido, estoy convencido, con el socialista, tan vendido en los últimos tiempos al capital y a los extremadamenteRicos, que son quienes mandan. Tal vez les ha venido bien, a los dos, la necesidad o la imposición de recortar gastos para desvelar cuál es el auténtico calado de su ideología antisocial.


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Fallan las jerarquías de todo y no las bases, o eso creo o quiero creer. ¿Yo o tú, improbable lector, dejaríamos si gobernáramos que nos dieran como y por donde nos están dando?

martes, 17 de abril de 2012

Bribón, con b de Borbón

Procuro escribir sin faltas de ortografía, y creo que me defiendo y controlo bien el tema de las haches, las bes, las uves y las tildes. Dudo a veces acerca de alguna mayúscula, como cuando me refiero al idioma inglés, que no sé si es inglés o Inglés. A fines de 2010, la Real Academia Española modificó algunas normas que me han parecido un poco absurdas, como el hecho de que haya que escribir, ahora, el prefijo "ex" junto a la palabra de la que se quiere decir que "ya no es": así, se debe escribir exministro en lugar de ex ministro, y expreso en lugar de ex preso si nos referimos a alguien que estuvo en la cárcel y que ahora, tal vez, realiza un viaje largo en un tren expreso y pide un café expreso en su vagón-cafetería, que no sé si se escribe o no con guion (y no guión, por cierto, aunque la palabra resulte mucho más sonora y natural con su tilde en la o). Igual que el solo de solamente, que tampoco la requiere casi ya ni en caso de duda. Una vez fui con un amigo a una cafetería; éste estaba jodido del estómago y no quería nada. El camarero debía de ser unos de esos JASP de aquel anuncio del Renault Clio que hubo hace unos años, Jóvenes, Aunque Sobradamente Preparados, que tanto abundan ahora, capaz que con alguna ingeniería, tal vez unos cursos de doctorado y uno o dos idiomas:
—Por favor —pedí al camarero—, un café solo
—¿Y para el señor? —preguntó, mirando a mi amigo.
—Perdón —intervine de nuevo—, un café sólo, quise decir.
—Marchando —contestó.


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Entre esas nuevas normas, y como anticipándose a estos días de hoy, en las que pocas ganas tenemos de poner mayúscula inicial a quien no se lo merece, se aconseja ahora escribir rey con minúscula y no con mayúscula, y también reina y príncipe, del mismo modo en que se escriben otros nombres comunes, como elefante, yerno, cuñado o escopeta.

De la reina, dice Sabina en una canción que «hay que ver lo que manda esa buena mujer en la corte»: igual que su marido se quedó en Botsuana de caza cuando el nieto se disparó en el pie y no fue a verlo, ella se quedó en Grecia con su familia cuando al rey lo ingresaron en el hospital, después de que se partiera la cadera en esa «caída accidental», dedicándole, a su regreso, una visita de apenas diez minutos que acaso (no lo sabremos, igual que no habríamos sabido que este señor estaba de caza si no llega a ser por su accidente) no llegó a producirse: como en otros matrimonios antiguos, y más en este, que no sé si fue de conveniencia o si se produjo de veras por auténtico amor, es posible que los cónyuges apenas se hablen, pero prefieran mantener la apariencia y seguir fingiendo que entre ellos sigue habiendo algo que, quizás, no haya existido nunca.


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Estaba fuera, de viaje, un poco desconectado, cuando alguien vino y me contó que el rey se había caído cazando y lo habían tenido que traer en un vuelo privado para que le operasen la cadera y le pusieran una prótesis. Charlaba de pie, tomando una cerveza en casa de una amiga, cuando este chico me lo contó, y me quedé sonriendo, mirándole, expectante, esperando el chiste que, sin duda, debía venir: acababa alguien de contarme el de Urdangarín y Froilán, que salen corriendo perseguidos por la guardia civil (¿Guardia Civil?), y pensé que este era el inicio de un nuevo relato de coña.


—Que no —me dijo—, que te juro que es cierto. —Y fue entonces cuando miré el Twitter y vi que, en efecto, así era: que de Borbón y Borbón se había caído o había tropezado por una escalera durante un viaje privado (quizás pagado con esa asignación tan "transparente" que le damos todos, quizás invitado por algún tercero) y se había roto la cadera por tres partes. 

Salí entonces y compré el periódico, y venía en El País la fotografía del rey que he escaneado y colocado aquí y que me recordó a Robocop: se dibujan, como en una especie de radiografía, las piezas artificiales de su anatomía y, con círculos, los lugares en los que conocemos que ha sufrido algún tipo de lesión, como el ojo izquierdo, que parece, ataviado como está con ese traje de pingüino y bastón de Antonio Gala, más un monóculo que se le puede caer en cualquier momento. 



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Para mí que el rey debería renunciar ya de una vez al cargo que le hemos permitido entre todos durante todos estos años y dejar el puesto a su hijo Flipe. Éste, entonces, debería tomar de manera inmediata la iniciativa para, sin prisa pero sin pausa (o, mejor, con prisa y sin pausa), abrir el paso hacia un Estado republicano, abandonar con dignidad la Monarquía y permanecer así en el recuerdo y en la Historia como un tipo honesto y coherente, demócrata como dice que es.