Una foto aleatoria

Una foto aleatoria


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Una frase aleatoria

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viernes, 29 de mayo de 2015

Lo que sucede mientras no miro

Tuve en una época alguna mala racha cuando presentaba en algún sitio algún papel que debía ser evaluado por un comité o por alguna comisión, pues me lo suspendían, me lo rechazaban o me lo devolvían con comentarios que pedían cambios importantes y mucho retrabajo.

Un día, antes de presentar una documentación importante que había elaborado durante varias semanas, le pedí a N. que la leyera a ver qué le parecía. Apenas me objetó nada; eran en verdad 12 o 15 páginas técnicas sobre las que ella no entendía, así que poco más podía decirme aparte de sugerirme el cambio de la posición de alguna coma o de algún punto y coma. Presenté ese papel tras su lectura y me concedieron la gracia que pedía. Tiempo después se dio una situación similar: yo escribí, N. leyó, yo presenté, ellos me dieron.

Hace ya meses que elaboré concienzudamente otra memoria para otro organismo. El tiempo me apremiaba y tuve que presentarlo sin la prelectura de N. El comité de evaluación que debe decidir si se acepta o no mi propuesta ya se ha reunido y ha emitido un informe desfavorable que aún no se ha publicado. Se lo he dado a leer a N. En la misma reunión en la que lo rechazaron, en la misma reunión que en la frase anterior, el comité de evaluación que debe decidir ha emitido un informe favorable y me la han aceptado.

Pero no puedo contarlo: si lo cuento, no se cumple.

Escribo con la luz entrando y la cortina echada. No veo los pisos de enfrente, ni la calle, pero oigo los ruidos de la calle, los coches pasando, unos niños gritando pidiéndose la pelota, alguna moto, una sirena. No lo veo, así que no sucede. El mundo está parado mientras no miro, se activa si me asomo.

sábado, 28 de febrero de 2015

En barbecho

Llevo más de un año sin pasar por aquí. Durante este tiempo he dejado este espacio en barbecho, como si hoy, al llegar, pudiese venir y arar esta tierra ya descansada y recargada de nutrientes y lluvia. Arrancar las posibles malas hierbas que hubieran crecido por las semillas arrastradas por el viento, que serían en este caso textos autónomos que habrían venido desde otros lugares, desde otros blogs, o desde libros, o palabras pronunciadas por alguien y traídas aquí por ese mismo viento.
Hacer, después, pequeños hoyos entre los surcos y depositar y enterrar con cuidado una semilla en cada uno de modo que, al crecer, se formarían largas hileras elegantes de alguna planta: serían, en este contexto, palabras que conformarían frases con sentido, como las de este párrafo; o recorrer el terreno con una bolsa al costado, meter en ella a cada paso la mano y lanzar al aire el puñado de semillas, de palabras, que caerían desordenadas y sin sentido: