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viernes, 3 de febrero de 2012

Cómo mola el jazz

Qué suerte tener en una ciudad tan pequeña como la nuestra un grupo de músicos tan buenos como los que tuvimos la suerte de escuchar ayer en el Teatro de la Sensación. Aunque Antonio García Calero nos deleitó con sus dedos palpando y pellizcando las cuerdas del contrabajo y del bajo eléctrico, y Javier Bercebal nos hizo envidiarlo sanamente al deslizar con habilidad los suyos por las cuerdas de la guitarra en uno de los temas, en que tocó como invitado, la actuación no correspondió ni al Antonio Calero Trío ni al Javier Bercebal Quartet, sino al cuarteto de la Golden Jazz, que componen Lola Dorado a la voz (constipada y semiafónica ayer, pero tan potente como siempre), Lorenzo Moya (magistral al piano: cómo mueve los labios con cada tecla que pulsa, cómo transmite al público sus sentires), el baterista Joaquín González (esos platillos, esos ritmos, esos solos, esos pelos) y el propio Gª Calero.
Creo que, dependiendo de con qué permutación de sí mismos se reúnan para tocar, le asignan un nombre al grupo.
Si observamos por separado a cada músico de una banda de jazz y bajamos el volumen de los mismos* (como dicen en el Ave que tenemos que hacer con el de los teléfonos móviles), veremos a personas distintas que, en apariencia, va cada una a su rollo sin sincronización, tan absorbidas están todas en sus submundos de notas y ritmos: cada uno baja y sube el pie con cadencia diferente según su partitura o su instrumento, juntan o separan sus labios de acuerdo a las notas que van tocando, sonríen para sí mismos o se ponen serios, apenas se hacen guiños entre ellos.
Qué placer es ver tocar tan de cerca. Dejo aquí la interpretación que hicieron de How high the moon, de Nancy Hamilton y Morgan Lewis.




(*) Al hilo del uso del término "mismo" o "misma", copio y pego una entrada del Diccionario Panhispánico de Dudas: A pesar de su extensión en el lenguaje administrativo y periodístico, es innecesario y desaconsejable el empleo de mismo como mero elemento anafórico, esto es, como elemento vacío de sentido cuya única función es recuperar otro elemento del discurso ya mencionado; en estos casos, siempre puede sustituirse mismo por otros elementos más propiamente anafóricos, como los demostrativos, los posesivos o los pronombres personales; así, en Marca de incorrección.«Criticó al término de la asamblea las irregularidades que se habían producido durante el desarrollo de la misma» (País [Esp.] 1.6.85), pudo haberse dicho durante el desarrollo de esta o durante su desarrollo. 
En el Ave, deberían decir su volumen, pues ya se entiende que se refieren a los teléfonos móviles de los que acaban de hablar. Antiguamente también decían que En breves minutos llegaremos a Ciudad Real, en donde haremos una breve parada: la parada puede ser breve (1. adj. De corta extensión o duración, según la RAE, pero los minutos no, pues duran siempre 60 segundos.

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